Maruja acude a una iglesia porque necesita confesarse con el párroco del pueblo, el padre Jorge.
Está desesperada y se siente sola. Su pareja, el doctor Milbergen, ha muerto y teme que su cuñado se quede con la casa.
La confesión de Maruja se remonta a los años en que su nombre era José María, los inicios de su relación con el doctor, la operación de cambio de sexo y los veinte años de convivencia y amor que mantuvieron.
Pero Maruja ve y describe el mundo en clave femenina, y de esa manera se apropia de la lengua como contrapeso de la mirada masculina que no solo impone el lenguaje.
También está la mirada inquisitoria de los otros y de la propia Iglesia.
Con esa particular manera de expresarse y en su diálogo confesional con el párroco, Maruja cuestiona temas como la transexualidad, la religión, la mentira, el deseo, la moral y el uso de la lengua.
Al igual que en Más liviano que el aire, Federico Jeanmaire devela, con humor y agudeza, la confrontación que existe sobre las formas de ver, de vivir y de nombrar el amor.
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