¡Hola! No, no os estáis volviendo locos. Sí, soy un perro y sí, estoy viendo a mi amo pasar de mí y
saltar sobre una mujer de forma bastante divertida.
Hace pocos días que la conoce y ya le hace más caso que a mí, pero ¡si creéis que voy a dejar que
me gane vais buenos! Ella es bonita y ha tratado de comprarme con un chuletón de domingos, esos que tienen su grasilla… ¡qué ricos! Pero me mantuve firme y me tiré un pedete a discreción.
Mi amo se ha vuelto loco con esta mujer. No deja de mirarle las mamas y solo tiene dos. ¿Cómo se supone que va a criar a una buena camada? Este tío no aprende, si es que tengo que hacerlo todo yo…
Si no fuera porque está enseñando los dientes de esa forma grimosa que he aprendido que significa
que está feliz (al principio creía que me retaba, pero después de mordisquearlo un par de veces comprendí que tiene el instinto atrofiado) diría que está en pleno ataque, esos sonidos se me meterán en mis pesadillas… ¡Menuda paciencia tengo con el tío!
Por cierto, soy un dálmata y me llamo manchas. (Joan, mi humano, tampoco es un cerebrito) Ahora que lo pienso sigo sin comprender por qué le tengo tanto cariño, pero ha estado ahí desde que tengo uso de razón y no sé qué sería de él sin mí. ¡Qué remedio!
Ya he probado con arañar la puerta y cantarle como hago siempre, por lo que toca ir a por todas.
Con mis patas logro desentrañar el mecanismo de la puerta y entro sin hacer mucho ruido. Mi humano está debajo de ella y creo que está llorando mientras la mujer salta con fuerza sobre él. Salto y me meto entre ellos, ladro a media voz, al fin y al cabo, la muchacha es muy pequeña, y ¡¡Joan acaba de gritar y empujarme!! ¿A sí? Tenía ganas de hacer pis y no me has sacado…
― ¡¡¡Manchas!!!
― ¡Arg! – La mujer corre a esconderse con las mini mamas botando. ¡Qué graciosa! Creo que
he metido mucho la pata. Bueno, toca esconderse, se le pasará. No es la primera vez y ninguna repite.
¡¡Soy el mejor!!
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