Aquellos sueños sin sentido la estaban volviendo loca. Un árido y solitario paraje recibía a Ashenee cada noche, un lugar que se le antojaba tan peligroso como hermoso.
Atrapada en su tranquila rutina, acostumbrada al sonido de los platos en el fregadero, al grito de las comandas en la cafetería, al olor del café y al de dulces recién hechos, no se imaginaba lo que el destino tenía preparado para ella. Este decide darle señales que nadie más ve y, una noche, tras observar una aurora boreal, su vida cambia por completo.
Aquellas montañas no eran sueños; eran tan reales como los acelerados latidos de su corazón, y tan verdaderos como aquel joven que suplicaba ayuda. Ahora tendrá la oportunidad de encontrarse a sí misma, pero perseguir sus anhelos dividirá dolorosamente su corazón.
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